Viernes, 12 Agosto 2011 12:07

Quejas por la congestión en las zonas portuarias

DEMORAS EN LAS DESCARGAS DE CAMIONES EN LOS PUERTOS DEL GRAN ROSARIO

Las largas colas de vehículos pesados perjudican las operaciones de comercio exterior. Ejemplos de cómo se resolvió el conflicto en el exterior.   

En estos días, se ha reanimado el viejo conflicto de los transportistas terrestres por las demoras en las descargas de camiones en los puertos del Gran Rosario. En este sentido, se están haciendo notar cada vez con más fuerza los reclamos de las federaciones de transportistas.
No obstante, y más allá de estos reclamos, muchos productores agropecuarios se han visto impedidos de cargar con destino a algunos puertos del cordón agroindustrial del Gran Rosario, debido a que los transportistas se negaban a hacerlo en razón a la congestión imperante en algunos de ellos, y a las demoras que avizoraban para poder descargar.
Estos retrasos en las descargas, y el consecuente aumento de tiempos muertos entre viajes habitualmente pueden ser atribuibles a varios motivos. Sin embargo, por lo general, los dos más importantes podrían ser: a) la gestión logística de las plantas y terminales de la zona, las que eventualmente cerrarían compras con descarga de más camiones que los que pueden recibir diariamente; y b) a la falta de las obras de infraestructura vial necesarias, que son y han sido recurrente e insistentemente prometidas por administraciones de distinto signo político, a través de los años.
Con esta misma recurrencia, anualmente y antes de cada cosecha, las autoridades nacionales, provinciales y municipales conjuntamente con los responsables logísticos de las plantas y terminales, se comprometen a evitar estas congestiones y demoras.
Pero este año las localidades de Timbúes y Ricardone han quedado aisladas por las congestiones de camiones en varias oportunidades, hecho que ha sumado a los reclamos a sus comunidades en general.
Sin embargo, las ineficiencias logísticas, debidas a una pobre coordinación entre el transporte terrestre y su nodo de interconexión con el transporte marítimo, como así mismo la falta de una infraestructura vial adecuada, no solo generan congestiones y molestias a la comunidad nucleada en las proximidades del complejo portuario agroindustrial del Gran Rosario. También combina perjudiciales ineficiencias operativas y económicas en la estructura de capital de la cadena agroindustrial exportadora.
Tal es así que la inversión en el parque de transporte terrestre deber ser mayor en atención a la disminuida frecuencia de los viajes.
Esta sobredimensión en la capacidad de carga nominal genera, indudablemente, una mayor intensidad en la aplicación de capital. El exceso de sobreinversión en equipos, sumado a los costos de las ineficiencias operativas, no hacen más que encarecer la cadena logística agroindustrial de exportación, contribuyendo a la pérdida de competitividad de nuestras exportaciones.

Menos tiempos muertos

Frente a la situación descripta, resulta interesante hacer un pequeño ejercicio de lo que se conoce como “bench-marketing” para analizar si esta cuestión fue una dificultad en alguna otra parte del mundo y cómo ha podido ser resuelta.
Los puertos de la Costa Oeste de los Estados Unidos han sufrido este tema con mayor o menor intensidad en el pasado reciente, especialmente los puertos de Los Ángeles y Long Beach. La Legislatura de California, atenta a esta situación, promulgó en 2002 una ley impulsada por Alan Lowenthal (demócrata, por Long Beach), que establece una multa para la terminal portuaria de u$s 250 por cada camión que permanece en cola fuera de la terminal por más de 30 minutos. Casi mágicamente, y a partir de esta ley, la logística de las terminales de la Costa Oeste mejoró de manera asombrosa, y desaparecieron las largas colas de camiones.
Un beneficio adicional es que el nivel de polución ambiental en las áreas cercanas a los puertos también se redujo, al disminuir las largas filas de camiones emitiendo gases de combustión durante horas.
Una logística latinoamericana con márgenes de espera de 30 minutos, en mi humilde entender, es un objetivo demasiado ambicioso. Sin embargo, implementar un margen de tolerancia más acorde a las prácticas locales, sumado a un incentivo de alta potencia, como puede ser una sanción económica, además de destinar los fondos recaudados a las obras de infraestructura necesarias, producirían un efecto mucho más tangible que los reiterados compromisos, año tras año, de evitar estas congestiones.
Por lo menos, a los californianos les funcionó.*Capitán de Ultramar; master en Dirección de Empresas y Consultor Marítimo.

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